Por Deisy Francis Mexidor
La Habana, (PL) Al enfrentarse a un Congreso dividido que surgió de un prolongado cierre del gobierno, enviando su índice de aprobación a nuevos mínimos, el presidente Donald Trump, tuvo, necesariamente, que bajar los tonos en su discurso sobre el Estado de la Unión.
La alocución del presidente, aunque ofreció pocas ramas de olivo a sus oponentes, sobre todo por su más polémica promesa de campaña aún incumplida: la construcción del muro en la frontera sur, logró arrancar aplausos en algún momento de su principal rival política en el Capitolio, la demócrata Nancy Pelosi.
Pelosi -la Dama del mazo, por su condición de presidenta de la Cámara de Representantes- estaba sentada detrás de Trump en el estrado del Congreso y se levantó con los brazos extendidos para ovacionarlo cuando expresó su esperanza de poder «dirigir el gobierno no como dos partidos, sino como una sola nación».
Desde un inicio, optó por el camino de las alabanzas y elogios, alardeando en parte de una gestión que ha logrado un «boom económico sin precedentes» apenas a dos años de su llegada a la Casa Blanca.
Habló de las bajas cifras de desempleo y para agradar al sector femenino informó que las mujeres habían ocupado el 58 por ciento de los puestos laborales creados el año pasado.
A su vez, insistió en una economía que según él es la envidia del mundo, y hasta del medio siglo de la llegada a la luna, antes de referirse a las «ridículas» investigaciones partidistas y los migrantes, demonizados por él.
«Se está produciendo un milagro económico en los Estados Unidos y lo único que puede detenerlo son las guerras estúpidas, la política o las investigaciones partidistas ridículas», dijo Trump.
No es secreto que sobre la cabeza del dignatario pende una investigación a punto de terminar del abogado especial Robert Mueller que de resultar adversa lo implicaría en una posible colusión entre su campaña electoral en 2016 y Rusia.
Al mismo tiempo, rondan las exhortaciones de los demócratas para investigar las finanzas y las relaciones exteriores del presidente.
La charla parecía casi estructurada para «darle a su base lo que él cree que quiere escuchar», comentó Vanessa Beasley, experta en retórica política en la Universidad de Vanderbilt, en Nashville (Tennessee), citada por medios locales.
Durante su comparecencia, en horario estelar, Trump dedicó casi 15 de los 90 minutos del discurso a reiterar muchos de sus puntos de vista sobre los peligros de la migración ilegal, confirmando que enviará tres 750 soldados adicionales a la frontera sur e instó al Congreso a financiar una «visión inteligente, estratégica» con la construcción de la barda.
Pero fue cuidadoso de no mencionar, esta vez, sus frecuentes amenazas de declarar una emergencia nacional para financiar la obra, una medida que los analistas anticipan que seguramente sería impugnada de inmediato ante los tribunales.
En el pasado, «la mayoría de la gente en este salón (Congreso) votó en favor de un muro, pero nunca se construyó uno apropiado», acotó al insistir «yo lograré construirlo», para lo cual -precisó- mandó al Capitolio una propuesta de «sentido común».
Hasta ahora los demócratas del Legislativo se oponen a aprobar cualquier partida de presupuesto que contenga los cinco mil 700 millones de dólares que pidió inicialmente Trump para levantar el muro.
En materia de política exterior, Trump reiteró sus propósitos de retirar las tropas estadounidenses de Afganistán y Siria, decisión que ha provocado críticas de los principales líderes militares.
El presidente también anunció que celebrará su segunda cumbre con el líder norcoreano Kim Jong-Un en Vietnam a finales de mes, y arremetió de forma injerencista contra el gobierno constitucional de Nicolás Maduro en Venezuela.
El gran ausente en el discurso fue el tema del cambio climático -fenómeno en el que no cree- y tampoco mencionó el reciente cierre del gobierno federal por 35 días -considerado el más largo de la historia del país- que lo obligó incluso a aplazar su segundo discurso del Estado de la Unión en una semana.
Al parecer, la perspectiva de un shutdown (apagón) renovado estaría a la vuelta de la esquina, si antes del 15 de febrero no se alcanza una negociación que incluya los fondos solicitados por Trump para su añorada pared fronteriza, lo que provocaría otra ronda de estancamiento político.
Trump comenzó y terminó su discurso con un llamado a «rechazar las políticas de venganza, resistencia y retribución, y abrazar el potencial ilimitado de cooperación, compromiso y el bien común», estimulando el sentimiento del «America First» (América primero).
Lógico. Le convenía pedir que quedaran de lado las diferencias, algo que cualquiera con sentido común haría, si, como él, aspirara a la reelección en 2020.
El Partido Demócrata lanzó sus duras críticas contra Trump por un discurso que evidenció una carencia de un plan para el país y porque ignoró el cambio climático y a las personas con menos recursos.
Varios legisladores de la formación azul no tardaron en tildar de vacío y falto de objetivos claros todo lo que dijo este 5 de febrero el ocupante de la Oficina Oval.
Incluso, hubo críticos consultados por la televisora CNN poco después de la comparecencia pública que catalogaron de «psicóticamente incoherente» lo planteado por él.
No obstante, los números de las encuestas parecieron favorecerle, pues por el criterio popular pudo salir del trance, a juzgar por los sondeos.
Un poquito de oxígeno quizás, porque a este examen llegó Trump con marcadas opiniones en contra respecto a una presidencia que cambió el país «para peor»; aunque el magnate inmobiliario se jacta de que lidera el mejor gobierno en la historia de Estados Unidos.